En el Día Internacional por los derechos de las Mujeres, la Fundación Cepaim, como entidad social comprometida con los procesos de integración de las personas migrantes y refugiadas quiere trasladar a la sociedad española la necesidad de poner la crisis de cuidados en el centro de atención
La crisis de los cuidados no es nueva y no estalla con la pandemia, pero se ha agravado a raíz de ésta y ha puesto de manifiesto su naturaleza sistémica, injusta y profunda. Una injusticia que afecta en su mayoría a las mujeres y especialmente a las mujeres migrantes, en un sector, el de los cuidados, que se visibiliza tras la pandemia como indiscutiblemente esencial.
La crisis sanitara del coronavirus ha cambiado totalmente el escenario donde se mueven los principios de igualdad y no discriminación provocando un retroceso de derechos sobre todo para las mujeres y para la población más vulnerable. Al mismo tiempo, la pandemia ha puesto en evidencia todos aquellos trabajos socialmente necesarios y realizados en su mayoría por mujeres, como los sanitarios y los educativos, pero también las tareas realizadas gratuitamente en los hogares y en la mayoría de los casos en los que se encuentran remunerados, caen en el paraguas de la economía sumergida. Estos trabajos, tienen en común el cuidado de las vidas y han sido históricamente invisibilizados, infravalorados y precarizados.
Las mujeres han tenido siempre muchos frentes abiertos, y con la pandemia se han multiplicado.
Si miramos al terreno laboral, queda abierta, ampliada e irresuelta una de las reivindicaciones más esenciales: la gran cuestión de la corresponsabilidad. A día de hoy las que siguen sosteniendo las vidas son ellas y quizás por eso el sector profesional de los cuidados se encuentra gravemente precarizado.
Según el estudio que publicó en el mes de enero el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) titulado «Desigualdades de género en los cuidados y las consecuencias para el mercado laboral» (Gender Inequalities in Care and Consequences for the Labour Market) la mayoría del trabajo de cuidados no remunerado lo realizan las mujeres. ¿A qué precio? Todas multiplican sus malabares cotidianos y sus cargas de trabajo en los hogares para asegurar –o intentar hacerlo– el bienestar de las personas que dependen de ellas.
Las mujeres han tenido muchos frentes abiertos, y con la pandemia se han multiplicado. Si miramos al terreno laboral, queda abierta, ampliada e irresuelta una de las reivindicaciones más esenciales: la gran cuestión de la corresponsabilidad. A día de hoy las que siguen sosteniendo las vidas son ellas.
Lo mismo ocurre con la violencia de género, más evidenciada y acentuada en estos tiempos, ya que las circunstancias de la crisis actual potencian los factores de riesgo individuales, sociales y estructurales de las violencias machistas. En los meses de confinamiento las llamadas al 016 aumentaron exponencialmente poniendo de manifiesto que la violencia hacia las mujeres sigue siendo la forma estructural más extrema de control que ejerce el sistema patriarcal.
Fundación Cepaim, como organización que apuesta por la convivencia, la cohesión social, la interculturalidad y la igualdad, trabajando cada día para que la población inmigrante y refugiada encuentre en España un lugar acogedor para vivir y donde poder desarrollar sus vidas con plenos derechos, con motivo del Día Internacional de las Mujeres, no podemos dejar de señalar las especiales violencias y discriminaciones que siguen sufriendo las mujeres inmigrantes que viven en asentamientos chabolistas.
Como señalamos en la investigación “Rompiendo con la invisibilidad de las mujeres sin hogar. Perfil y situación social de las mujeres en asentamientos informales en España”, la presencia de mujeres entre el colectivo de las personas sin hogar ha ido ganando peso progresivamente durante los últimos 10 años. Los resultados obtenidos en diversos estudios continúan arrojando una visión del sinhogarismo mayoritariamente masculinizada, resultados que contrastan con el hecho de que la feminización de la pobreza y la exclusión social se imponen como realidad incuestionable en todo el mundo, ya que el género constituye un factor de riesgo y un eje sobre el que se legitima la desigualdad social en el seno de una sociedad patriarcal como la nuestra.
En los meses de confinamiento las llamadas al 016 aumentaron exponencialmente poniendo de manifiesto que la violencia hacia las mujeres sigue siendo la forma estructural más extrema de control que ejerce el sistema patriarcal.
En cuanto a la salud, los datos evidencian cómo las mujeres empleadas en trabajos de cuidados han sido las más expuestas al virus al principio de la pandemia. Si el personal sanitario ha sido el más afectado (16,8%), detrás van las mujeres que cuidan a personas dependientes en domicilio (16,3%), las mujeres ocupadas en tareas de limpieza (13,9%) y aquellas en el sector sociosanitario (13,1%), según un estudio de seroprevalencia del Instituto de Salud Carlos III.
La pandemia ha puesto en evidencia todos aquellos trabajos socialmente necesarios y realizados en su mayoría por mujeres, como los sanitarios y los educativos, pero también las tareas realizadas gratuitamente en los hogares. Estos trabajos, tienen en común el cuidado de las vidas y han sido históricamente invisibilizados, infravalorados y precarizados.
Ha sido un año con muchos retos porque en todos los programas que desarrollamos desde Fundación Cepaim, se han puesto en evidencia las dificultades de nuestras participantes relacionadas con la brecha digital de género. No obstante, se ha hecho un gran esfuerzo para adaptarnos a las limitaciones impuestas por la crisis de la COVID-19 y hemos podido seguir trabajando para un mundo más igualitario e intercultural, proporcionando herramientas innovadoras y creativas.