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Más allá de la “nueva normalidad”: una propuesta | Boletín NosOtras

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Por  Habsatou  Ly. Técnica Área de Interculturalidad y  Desarrollo comunitario  de Fundación Cepaim, activista y feminista descolonial.

Inmersas todavía en los efectos políticos, económicos, sociales y sanitarios provocados por la pandemia del COVID-19 a nivel mundial, la autora reflexiona sobre la configuración de la llamada “nueva normalidad”, preguntándose si acaso no se trata más bien de la vieja normalidad de siempre, con sus desigualdades y violencias estructurales, adaptada, eso sí, al contexto actual.

 

Y si ese fuera el caso, ¿estaríamos condenadas a sufrirla? ¿Quedarían todavía espacios para resistirnos?

 

Colocar en el centro el cuidado de la vida, sostener los bienes comunes y promover prácticas de convivencia libres de violencia machista, racista y capitalista, son algunas de las propuestas más urgentes que nos hace.

 

La actual pandemia del COVID-19 ha trastocado la vida de toda la humanidad, en diversos niveles y aspectos, no sólo en lo económico sino en el plano emocional, allí donde las políticas públicas no llegan porque el sistema-mundo colonial, desde el que se han erigido los Estados-Nación, no ha socializado a las poblaciones para el cuidado de la vida, para sostener y mantener los bienes comunes, ni para promover prácticas de convivencia libres de violencias machista, racista y capitalista. Todo lo contrario, ha generado depredación, consumo exacerbado, contaminación, competitividad, egoísmo, extinción de vidas no humanas, empobrecimiento, hambrunas, guerras, violencias estructurales, precariedad, inseguridad económica, desempleo, racismo, clasismo, patriarcado, capitalismo, antropocentrismo, entre muchas opresiones.

 

Las actuales generaciones humanas, de diversas edades, han aprendido a aceptar, naturalizar y tolerar las violencias, masacres, muertes y desapariciones contra las vidas que no importan porque para el sistema éstas no son esenciales. Sólo son recursos humanos para “uso” y “desuso” de  los  intereses  del  mercado  capitalista  colonial  que  les  otorga  valor  mientras  tengan “utilidad”, de lo contrario, simplemente son expulsados y condenados a la precariedad y el abandono. Así es como se valora a las poblaciones migrantes en Europa, con más de medio millón de personas sin derecho a tener derechos, sin reconocimiento de ciudadanía, viviendo sin papeles, sufriendo ataques racistas y padeciendo una serie de impedimentos para su subsistencia, encontrar empleo, atender su salud y acceder a oportunidades sociales.

Tras el drástico confinamiento que empezó en marzo de este año, se ha querido definir una “nueva normalidad”, para intentar volver a la vieja normalidad adaptada al actual contexto, donde la pandemia, originada desde finales del 2019, se ha cobrado más de un millón de vidas a nivel mundial e infectado a más de 38,4 millones de personas [1].

El “quédate en casa” propuesto por diversas autoridades, como estrategia de prevención, supone un privilegio para quienes apenas tienen recursos para alquilar una habitación o para quienes por su precaria situación, aun teniendo papeles, o siendo descendientes de familias migrantes, viven con el desasosiego permanente de recibir orden de desahucio del lugar donde viven porque ya no pueden asumir el pago del alquiler social.

Por otro lado, además del virus biológico, persiste otro que sigue minando la convivencia: el racismo institucional y social que en medio del confinamiento no ha parado. Al contrario, el miedo, la incertidumbre, el temor  al contagio ha estado latente y en muchos territorios de España aumentaron  los  bulos  racistas  y  mensajes  de incitación al odio hacia personas de origen asiático al comienzo de la epidemia, y posteriormente hacia personas de orígenes africanos, considerándolos foco de infección.

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Finalmente, la violencia machista persiste con mayor virulencia porque el quedarse en casa, para muchas mujeres, supone quedarse al lado del maltratador. De hecho, durante el estado de alarma, entre el 14 de marzo y el 21 de junio, se detuvieron a 14.000 hombres por violencia machista. La Policía Nacional detuvo a 9.191 personas y la Guardia Civil a 4.849 por este delito [2]

Por tanto, ¿en qué consiste la “nueva normalidad”? 

Según los datos presentados: en más precariedad, racismo y violencia. Instituciones expertas señalan que se tardará más de 2 años en ver indicios reales de superación  de  la  pandemia. 

Hasta  entonces,  sigue  la  población mundial inmersa en esta realidad ¿Qué hacer al respecto?

Aquí no se trata solo de que las instituciones públicas hayan de dar soluciones, es toda la sociedad en su conjunto la que tiene que volcarse en este proceso, con la consciencia de que es preciso y urgente cambiar el actual orden mundial hegemónico, basado en el aumento de la desigualdad. Lo que ha provocado el virus es sólo un indicio de lo que puede venir después si se persiste en acabar con toda la red de la vida y los bienes comunes.

Es imperativo colocar en el centro la red de la vida, donde no sólo la vida humana cuenta, sino toda existencia que comparte el planeta Tierra. Es una oportunidad para iniciar otra práctica de convivencia, de construir una sociedad nueva, con un pacto mundial para el sostenimiento de los entornos vitales que erradique las desigualdades sociales, las violencias estructurales y garantice la vida en la Madre Tierra.

Se precisan medidas de acción internacional conjunta, de compartir soluciones, de poner en práctica el criterio de interdependencia. Un ejemplo claro es el Mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas contra la COVID-19 que ya tiene unos 172 países adheridos y múltiples vacunas candidatas para ser probadas (3). Esta  iniciativa,  denominada  COVAX,  tiene  la  finalidad  de colaborar con los fabricantes de vacunas de modo que los países de todo el mundo tengan un acceso equitativo a vacunas seguras y eficaces una vez que estas hayan obtenido la licencia y autorización. La cuestión es que no se genere una comercialización injusta.

La humanidad parece olvidar que las decisiones que se tomen ahora definirán nuestro futuro, por ello, la solución a esta pandemia no se debería centrar en fines economicistas, ni autoritarios, ni en términos de privilegios, sino desde la solidaridad entre las diversas comunidades del mundo.

En medio de estos desafíos existe una humanidad que está luchando por preservar la vida, por sostener los territorios y su entorno vital, por cuidar la red de la vida, y es en esa humanidad que debemos  tener  esperanza,  porque  es  desde  su  propia práctica diaria que podremos generar un cambio transformador que avance más allá de las lógicas excluyentes de esta “nueva normalidad”.

Este artículo forma parte del Boletín NosOtras Participamos 3 del Programa NOS-OTRAS Fomento de la participación, empoderamiento, capacitación y liderazgo de las mujeres inmigrantes. Financiado por el Fondo de Asilo, Migración e Integración a través del Ministerio de Inclusión, Migraciones y Seguridad Social – Dirección General de Inclusión y Atención Humanitaria.

[1] https://www.rtve.es/noticias/20201015/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

[2] https://www.laprovincia.es/espana/2020/09/01/14000-detenciones-violencia-machista-durante/1313684.html

[3] https://www.who.int/es/news-room/detail/24-08-2020-172-countries-and-multiple-candidate-vaccines-engaged-in-covid-19-vaccine-global-access-facility

 

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