Suscribe la Real Academia Española que convivir es coexistir en armonía, y el barrio de San Cristóbal, en Lorca, dio buena cuenta de ello el pasado sábado 23 de abril, con motivo del día internacional del Libro. Convive Fundación Cepaim en Lorca tuvo el placer de organizar una actividad comunitaria mediante la sabiduría escrita: Cuentos del mundo
A través el programa Periferia-s, y con la colaboración de los programas Desactivando el racismo y la xenofobia y CaixaProinfancia, impulsado por Fundación “la Caixa”, nuestra entidad se propuso escribir un cuento en el que mezclar comunidades y barrios, diversidad y cultura.
En un intento de emular la rosa y el libro típicos en Sant Jordi, pedimos a la Asociación de productores de tomillo rojo que nos cediera unos ejemplares de esta planta autóctona, maquillada con el color de la rosa, para regalar junto con un marcapáginas, como recuerdo del día. De manera que muchos pudimos comprobar su generosidad llevando una pequeña maceta de tomillo a casa.
Antes de empezar la descripción de lo sucedido, cabe destacar la exposición de cómic de una autora de diez años con un talento desmedido, alumna del colegio San José, de quien, sin duda, leeremos hablar en el futuro.
Subrayamos también la inestimable colaboración de las bibliotecarias de la Red de Bibliotecas de Lorca; del Ayuntamiento de la ciudad; de cuatro de sus colegios; y de varios colectivos de los que hablaremos a lo largo del resumen de esta mágica experiencia. Vamos a ello.
Si empezáramos a contar por el final, diríamos que la jornada resultó un éxito, como comprobó toda persona que tuvo el acierto de acudir o tropezar con esta plaza, la cual aglutinó una desbordante participación vecinal de casi 250 personas, entre las once y media y las dos de la tarde. Dicho éxito, nos invita a soñar con este precedente convertido en tradición. Pues las buenas tradiciones son la base cultural de los pueblos y el secreto de su convivencia.
Muchos espontáneos preguntaban ya sobre las once, con los preparativos, qué trama se tejía entre altavoces, atriles y tarimas. Tras la respuesta, marchaban apresuradamente al aviso de sus familias.
Letra a letra, la única plaza “sin nombre” de la ciudad fue poco a poco colmándose de expectativas y curiosos, de extraños y vecinos. De africanos, árabes, latinos, cristianos, lorquinos…, y, sobre todo, de entusiastas sonrisas dibujadas en los rostros de un diverso y efervescente grupo de niños y niñas.
Unos minutos de retraso se ocuparon de agitar las ganas del pistoletazo, así que, al disparar, despegamos juntos en un solo cohete hacia el planeta literario.
Cinco menores del colegio José Robles se animaron a ser presentadores del evento, encargándose de abrir y cerrar cada espacio de la jornada con proverbios, microrelatos y citas. Así, en primer lugar nos invitaron a presenciar la representación del cuento El pescador y su mujer, de los hermanos Grimm, a manos de la Asociación de Mujeres del Barrio de San Cristóbal, que no dudaron un instante en sumar todo su arte a la jornada. Entre disfraces y una actuación magnífica, la plaza empezó a disfrutar.
Siguió a este espacio, la interpretación de tres cuentos mediante una técnica popular japonesa, conocida como Kamishibai. Ubuntu, La maceta vacía y La princesa Malika hicieron las delicias de todos, grandes y pequeños, quienes pudieron reflexionar acerca del trabajo en equipo, la mentira y la importancia de las raíces. Sin duda, fue el espacio que más expectación causó, por el efecto plástico y visual de las ilustraciones del pequeño teatrillo que acompañaba a la narración oral. Los encargados de este bloque fueron alumnas y alumnos de dos colegios afincados en este mismo barrio, San Cristóbal y Juan González.
En el tercer bloque, el alumnado del colegio Juan González volvió a compartir espacio con niños y niñas de otro centro, esta vez, San José. Juntos leyeron ocho cuentos cortos de diversos países: Tíbet, Uruguay, Camerún, Túnez, India, Marruecos, Rumanía y la vetusta región de Tartaria. La gran sabiduría que albergaba cada uno de ellos invitó a la reflexión a cuantos afinaron el oído y prestaron atención.
El cuarto espacio lo protagonizaron Los Abuelos Cuentacuentos, mediante los relatos de La Ratita presumida y El Hombre del zurrón. Este espacio fue también muy emotivo, gracias a la interpretación de este grupo de artistas, formado por los abuelos más teatreros y simpáticos de Lorca. Supuso el cierre de las actuaciones, aunque no todo acabó aquí, ya que, como previmos, mucha gente se había animado a usar el micrófono.
Y así resultó. Al final, literalmente todo el mundo quería tomar la palabra. Por lo que el último espacio, “Micro-abierto”, sirvió a unos para contar. A otros para cantar. Y a muchos para agradecer, invitar a repetir y celebrar la experiencia. Así lo expresó una antigua maestra de Juan González, que no encontraba palabras de agradecimiento con las que vitorear la iniciativa y actuación de cuantos tomamos partido en el evento. Destacó la importancia que para la educación tiene que “estas cosas sucedan mucho más a menudo”.
La jornada, como toda comunidad, como cada convivencia, contó con caóticos acentos y apasionados versos. Tan ejemplar como un libro abierto. Tan viva como una historia que aún está por escribir.